Querido Gaspar:
Lamento no poder despedirme de ti, pero los dos sabemos que eso hubiera complicado las cosas, eres como un hermano para mí.
Cuando leas esta carta yo ya estaré a más de un millón de años luz de este planeta, con destino a mi hogar y en la nave que ha venido a llevarme de vuelta con los míos. Echaré de menos beber ese brebaje oscuro llamado café al que poco a poco me estaba acostumbrando.
También echaré de menos otra cosa, te confieso que me he llevado algunas manzanas. Pero lo que más voy a echar de menos será las horas y horas de conversación sobre nuestros mundos, conversaciones que podían durar hasta la madrugada. Lamento el cansancio con el que ibas por las mañanas a trabajar al campo.
Recuerdo que muchas veces me has dicho que la gente de zonas rurales como tú se siente como ciudadanos de segunda clase, esto respecto a la gente de las ciudades. Pues bien, con estos años que he estado en la Tierra no he llegado a esta comprenderte. He visto el transcurso de la vida en los pueblos y en las ciudades, creo que no vislumbras lo afortunado que eres viviendo en un pueblo. Me explicaste el concepto de Paraíso y para mí estar en un pueblo es eso mismo, estar en el Paraíso. En el pueblo puedes escuchar el concierto nocturno de grillos y autillos, contemplar las estrellas y los planetas, ver el cambio del paisaje según las estaciones, y lo que más me fascina, poder comer lo que uno cultiva.
No te puedo prometer que te vuelva a ver, pero por si acaso ten siempre un paquete de buen café en casa.
Un abrazo,
Zert.