Hoy me gustaría compartir con vosotros este pequeño artículo publicado en la revista serrana El Rolde para este mes de marzo de 2018. Es de Pascual Moreno Torregrosa que fue mi profesor y tutor del trabajo final de carrera cuando cursé los estudios de Ingeniero Agrónomo en la Universidad Politécnica de Valencia.
Desde hace años, son varios los problemas que tiene la pesca artesanal en el Mediterráneo. Con el tiempo, algunos se van agudizando y ponen en peligro la continuidad de un oficio y una actividad histórica.
Uno de ellos es el de los vertidos contaminantes que regularmente se vuelcan en sus aguas. Alrededor del 30% de la producción mundial de petróleo circula por el Mediterráneo. Las pérdidas de crudo de los buques que transitan y la limpieza de los tanques supo-nen 600.000 toneladas anuales de vertidos de hidrocarburos, a las que hay que añadir los 400 millones de tonela-das de vertidos sólidos de los 21 países que lo orillean así como las aguas fecales y los fertilizantes de origen agrícola que también van a parar a sus aguas. Los barcos militares que lo sur-can (el Mediterráneo tiene una concentración de buques de guerra des-proporcionada para su superficie en relación con los océanos) expulsan 650.000 toneladas de residuos tóxicos cada año.
Junto a lo anterior tenemos el fenómeno de la ocupación intensiva del litoral, que está en gran medida urbanizado, donde la especulación domina ampliamente. Es el caso de España y más concretamente del País Valenciano, donde quedan pocos espacios de playa libres, sin edificar, lo que limita la vida de ciertas especies, como por ejemplo las tortugas marinas que no tienen donde “anidar”, y perturban el sosiego y tranquilidad de otras que viven sobre la plataforma continental.
Un problema añadido es el la pesca deportiva así como la cantidad de veleros y motoras que lo surcan que en muchas ocasiones no respetan unos mínimos principios ecológicos con que debería tratarse el espacio marítimo.