La
investigación arqueológica ha permitido visibilizar la entidad de la Serranía
Celtibérica. Con una extensión de 63.098 km2 (doble que Bélgica), tiene censada
una población de 487.417 habitantes y una densidad de 7,72 hab por km2. De sus
1.263 municipios, 556 tienen menos de 100 habitantes, cuando en el resto de
España hay 514. Presenta una situación de despoblación extrema, acentuada desde
los años 60, momento en el que los polos de desarrollo se ubicaron en otros
territorios, potenciando la emigración. No debe extrañar que en su seno hayan
surgido los movimientos sociales más importantes de España: Teruel Existe,
Soria Ya, La Otra Guadalajara, La Plataforma Cívica de Cuenca, Al Jiloca ya le
Toca, etc.
La
Serranía Celtibérica comparte con la Zona Ártica de los Paises Escandinavos la
mayor despoblación de la Unión Europea. Pero nuestra situación es más crítica
que la de Laponia. Las extremas condiciones de frio de Laponia han dado lugar a
que la población se concentre en los fiordos y existan medidas especiales para
los habitantes de su interior. Sin embargo, la Serranía Celtibérica es un
territorio desestructurado, sin cohesión interna, con un patrimonio degradado,
con la mayor tasa de envejecimiento de la UE y con los índices de natalidad más
bajos, por lo que está biológicamente muerta y condenada a su desaparición.
En
la Baja Edad Media fue zona fronteriza entre los reinos de Castilla y Aragón.
Esta condición de frontera ha perdurado, en cierto sentido, hasta la
actualidad. La Serranía Cetibérica es zona interior y, a su vez, zona
periférica de las Comunidades Autónomas de Aragón, Castilla La Mancha, Castilla
y León, Comunidad Valenciana y La Rioja, en cuyas capitales residen los centros
de poder político y económico.
Sin
embargo, hace algo más de dos mil años la situación era muy distinta. La
Celtiberia tenía una entidad cultural propia; y sus centros políticos y
económicos estaban situados en las múltiples ciudades estado de su territorio.
Una de ellas, Segeda, alcanzó el mayor tamaño del Norte de Hispania. Roma la
trató como igual al declararle la guerra en el año 154 a.C., adelantó la
elección de los cónsules del 15 de marzo al 1 de enero, motivo por el cual
nuestro calendario comienza en esta fecha. Roma desplazó 30.000 hombres; los
segedenses, aliándose con los numantinos, reclutaron 25.000; y el 23 de agosto,
día de Vulcano, les derrotaron. Poco después, los romanos vencieron a los
celtíberos; pero su avance fue lento: Numancia tardó veinte años en caer.
Ha
llegado la hora de volver a unir nuestras fuerzas para detener el mayor proceso
de despoblación de la Unión Europea. Quienes vivimos en la Serranía Celtibérica
y nos resistimos a abandonarla pedimos:
Al Gobierno Español y a los Gobiernos Autónomos que
reconozcan la peculiar entidad territorial de la Serranía Celtibérica. Que,
ante su crítica situación, apliquen la discriminación positiva y tomen medidas
efectivas, no paliativas, en materia económica, fiscal y de infraestructuras, y
que anulen las “fronteras” educativas y sanitarias. Que los fondos que destinan
en materia de despoblación y envejecimiento se inviertan de forma finalista en
los territorios despoblados.
A la Unión Europea que, como eurorregión poco poblada, tenga
en cuenta su condición periférica y fronteriza y aplique las medidas legisladas
en materia de montaña, ruralidad y despoblación. Que ubique en la Serranía
Celtiberica el Centro de la UE de Documentación e Investigación del Desarrollo
Rural.
A la UNESCO que reconozca el Patrimonio Cultural de la
Celtiberia como Patrimonio de la Humanidad (estuvo en su lista indicativa desde
1998 al 2006).
Necesitamos medidas efectivas de “repoblación”, que supongan
la explotación sostenible de sus recursos, la promoción nacional e
internacional de la riqueza potencial de la Serranía Celtibérica, de su
patrimonio natural y cultural, de sus productos agroalimentarios, artesanales,
gastronómicos y turísticos. ¡Y las necesitamos con extremada urgencia! Por que
no hay nada más triste y desolador, para la mayoría de nuestros muncipios, que
vivir en el vacío de sus calles en invierno, en la soledad de un pueblo sin
niños, rodeado de casas que se van hundiendo, y a más de una hora de coche de
cualquier servicio.
**Fuente consultada: www. celtiberia.es
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